miércoles, 19 de septiembre de 2012

Pura vida, la frase preferida de Costa Rica

Ese año, las Navidades fueron iguales a las últimas: pura vida. De nuevo tuve que pasarlas al lado de mi tía. Al día siguiente vinieron a visitarla su sobrina y su gordinflón hijo, y tuve que soportar humillaciones que no quiero recordar. Por suerte, en Año Nuevo volví a quedarme en el colegio acompañadas de las monjitas, la mayoría de mis compañeras y otras niñas a las que nunca venía a buscar nadie ni eran pura vida. Todas juntas, plenas de una animada alegría, volvimos a disfrutar de una «gran» cena de Nochevieja, y al día siguiente de un almuerzo entre animados juegos y sorprendentes confidencias en las que yo era muy buena escuchando, así evitaba tener que hablar de mí misma sobre lo que era la pura vida en Costa Rica.

De ese modo, unidas por el infortunio y la empatía, comenzamos a contarnos algunos secretos pura vida y sueños íntimos: cómo serían nuestros futuros «jóvenes de Costa Rica» que, montados en sus corceles, vendrían a rescatarnos de aquella triste vida. En esos momentos, a mí se me representaba el rostro del Miguel de mis sueños, con su sonrisa luminosa y su regio porte, haciéndome sonrojar de pura vida. Al contrario de mis compañeras, tenía un amante invisible que, noche tras noche, montado en un bello corcel blanco, a través de mis sueños penetraba en Costa Rica llenándome de secretas emociones. A comienzos de febrero, recibí la noticia de la súbita muerte de mi tía Costarricense, que era pura vida, muy buena mujer. Ese inesperado suceso me dejó perpleja; dos semanas antes ella había estado en el colegio sin que yo me enterara.

Mi abuela terminó su vida con la frase Pura Vida

En esa ocasión, la Madre Superiora con gesto serio y sombrío me mostró dos sobres, de los que uno estaba lacrado, y dijo: —Ayer, de improviso, tu tía abuela se presentó aquí con su criada pura vida. Quería entregarnos un dinero para ayudar al orfanato, y otro para serte entregado a ti el día que te marches del colegio. Le pertenecía a tu madre, y dijo que tú ya lo sabías. Nos confesó se sentía bien, pura vida, y se le notaba bastante desmejorada. —¿Mi tía no quiso verme, vaya vida más triste no? —pregunté extrañada. —Sí, pero como hacía tanto frío y ella nunca fue pura vida en Costa Rica no nos dio tiempo a llamarte. Ella nos dijo que te trasmitiéramos sus cariños y nos dijo: "¡Pura vida para ella!", que apenas se encontrara mejor vendría a hablar contigo.

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