miércoles, 24 de octubre de 2012

Todos sus movimientos eran refinados


No, por mí puedes hacerlo —respondí sonriendo.
Sin cambiar de expresión, la abrió y, acercándomela con gesto cortes, me ofreció:
—¿Tú fumas?
—No, gracias.
—Eres muy inteligente; este vicio es realmente muy tonto.
—Déjalo, es muy penoso ser esclavo de algo nocivo e inservible — repliqué riendo.
Tienes razón. De hecho cada día fumo menos.

En silencio lo observé encender su cigarrillo y chupar con voluptuosidad. Todos sus movimientos eran refinados, aunque con un remarcado hedonismo. Me sentía tan relajada que le conté algunos episodios de mi vida, ocultando los más tristes, explayándome en nuestros memorables viajes por el extranjero. Hasta le mostré sus fotografías, haciendo que él mismo abriera el relicario que colgaba de mi cuello.
—¿Dónde vivías en París? —le pregunté tras una pausa, deseando enterarme de muchas más cosas en torno a su vida.

—En Montparnasse.
—En el último viaje que hice con mis padres estuvimos una semana allí, es muy bonito.
—A mí también me gusta mucho. Durante los años que pasé en París estuve alojado en pleno centro, en la casa de un pintor granadino muy amigo de mi familia. —Me miró a los ojos y, con un dejo nostálgico, añadió—: Conocí a muchos poetas, escultores y pintores. En París hay un enjambre de artistas, entre ellos algunos españoles que están rompiendo moldes, como el caso del malagueño Pablo Picasso. Lo más triste vino cuando estalló la guerra y mis amigos parisinos tuvieron que enrolarse en los ejércitos.
—¿No tuviste miedo estando allí, atrapado? —inquirí conmovida.


—Miedo no, pero la posibilidad de que los alemanes, se adueñaran de París, como lo hicieron de Lille y Luxemburgo, me ponía muy nervioso. En el verano de 1917 pude salir de allí y pasar las vacaciones en Granada, ya que mi padre se hallaba enfermo. Aquí me sorprendí con la noticia de la muerte de mi primo Miguel. En seguida, la fatalidad quiso que mi padre muriera durante esas mismas fechas; fue un duro golpe pero, al finalizar el verano, tuve que regresar a París ya que tenía muchas cosas pendientes. Al llegar me encontré con la noticia de que mi amigo Enrique estaba muy enfermo, por suerte pude cuidarlo.

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