Mi historia continua
Bee movió la cabeza como si súbitamente se hubiera acordado de algo, algo que tal vez la perturbó, y se respondiera a sí misma. Estudié su rostro con la esperanza de adivinar sus sentimientos. La luz que entraba por la ventana amplificaba las profundas arrugas que surcaban su frente. Me recordaron algo de lo que yo a menudo me olvidaba: Pepa se estaba poniendo vieja. Muy vieja. Y por primera vez vi con claridad que mi tía llevaba algo muy pesado sobre sus hombros, algo que a todas luces la preocupaba, y yo temía que se tratara de algo tenebroso. Le había dicho a Bee que iba a la playa, a estar un rato tranquila. Pero había omitido decirle que me llevaba el diario.Fui andando por la orilla hasta que encontré un tronco donde apoyar la espalda. No era tan cómodo como un sofá pero a su alrededor había suficiente maleza como para suavizar su aspereza. Sentí la brisa fresca en mi piel y me cerré el cuello del jersey, luego abrí el cuaderno en la página donde lo había dejado, deseosa de sumirme nuevamente en su lectura, pero en ese momento sonó mi móvil. Miré la pantalla y vi que era Annabelle. —Bueno —dijo—, pensé que estabas en medio de una tórrida aventura o que te habías muerto. —Estoy viva y estoy bien —repuse—. Perdona que no te haya llamado. Creo que me estoy liando con algunas cosas que me han sucedido aquí. —Y por «cosas» ¿te refieres a algún miembro de la especie masculina? Me reí. —Bueno, algo así. —¡Por Dios, Emily, cuéntamelo todo! Le conté acerca de Greg y de Jack. —Me alegra que no hayas mencionado a Joel ni una sola vez —dijo. Se me cayó el alma al suelo, como cada vez que alguien lo nombraba.
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