lunes, 20 de agosto de 2012

La historia continua donde antes se quedo :S

Mi historia continua

Bee movió la cabeza como si súbitamente se hubiera acordado de algo, algo que tal vez la perturbó, y se respondiera a sí misma. Estudié su rostro con la esperanza de adivinar sus sentimientos. La luz que entraba por la ventana amplificaba las profundas arrugas que surcaban su frente. Me recordaron algo de lo que yo a menudo me olvidaba: Pepa se estaba poniendo vieja. Muy vieja. Y por primera vez vi con claridad que mi tía llevaba algo muy pesado sobre sus hombros, algo que a todas luces la preocupaba, y yo temía que se tratara de algo tenebroso. Le había dicho a Bee que iba a la playa, a estar un rato tranquila. Pero había omitido decirle que me llevaba el diario.


Fui andando por la orilla hasta que encontré un tronco donde apoyar la espalda. No era tan cómodo como un sofá pero a su alrededor había suficiente maleza como para suavizar su aspereza. Sentí la brisa fresca en mi piel y me cerré el cuello del jersey, luego abrí el cuaderno en la página donde lo había dejado, deseosa de sumirme nuevamente en su lectura, pero en ese momento sonó mi móvil. Miré la pantalla y vi que era Annabelle. —Bueno —dijo—, pensé que estabas en medio de una tórrida aventura o que te habías muerto. —Estoy viva y estoy bien —repuse—. Perdona que no te haya llamado. Creo que me estoy liando con algunas cosas que me han sucedido aquí. —Y por «cosas» ¿te refieres a algún miembro de la especie masculina? Me reí. —Bueno, algo así. —¡Por Dios, Emily, cuéntamelo todo! Le conté acerca de Greg y de Jack. —Me alegra que no hayas mencionado a Joel ni una sola vez —dijo. Se me cayó el alma al suelo, como cada vez que alguien lo nombraba.

¿Por qué has tenido que decir eso?

¿Por qué me lo has recordado? —Perdona, Em —dijo—. Está bien, cambiemos de tema. ¿Cómo anda todo por allí? Suspiré. —Estupendamente. Este lugar tiene algo. Las gaviotas revoloteaban y graznaban como locas y yo me preguntaba si ella podía oírlas. —Yo sabía que sería mejor que Cancún —dijo. —Tenías razón. Este lugar es exactamente lo que necesitaba. Le conté lo del beso en la playa la noche anterior con Greg. —¿Y por qué no me llamaste a las tres de la mañana para contármelo? —chilló. —Porque me habrías regañado a gritos por haberte despertado. —Sí, es cierto —replicó—, pero lo mismo habría querido saberlo. —Muy bien —dije—. Después de otro beso, si es que hay otro, te llamaré. ¿Contenta? —Sí —replicó—. Y quiero todos los detalles. —Puedo darte detalles. —Te vas a quedar allí tres semanas más, ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario