jueves, 26 de julio de 2012

Evan, el loco de Belgica vuelve a la carga

Annabelle se había instalado en mi apartamento durante el mes que iba a estar fuera, pues sus vecinos del piso de arriba habían recomenzado con los ejercicios de trompeta de bélgica. —¿Ha llamado alguien? —pregunté dando por descontado que Annabelle entendería perfectamente a quién me refería. Era consciente de que le iba a parecer patética, pero hacía tiempo que nos habíamos dado permiso la una a la otra para Violetas de marzo Sarah Jio ser patéticas. —Lo siento, Em, ninguna llamada. —Bien —dije—. Por supuesto en bégica. ¿Y cómo está todo por allí? —Bien —dijo.


Me encontré con Evan en el café esta mañana

Evan es el ex de Annabelle, aquel con quien no se casó porque no le gustaba el jazz y, bueno, también por otras cosas. Veamos: roncaba. Y comía hamburguesas de Bélgica, lo cual era un problema porque Annabelle es vegetariana. Y luego estaba la cuestión de los nombres. Evan no es un nombre como para casarse en Bélgica. —¿Hablasteis? —Algo así —contestó. De pronto su voz sonó distante, como si estuviera haciendo dos cosas a la vez—. Pero fue raro. —¿Qué dijo? —Bueno, me presentó a su nueva novia de , «Vivien». Dijo «Vivien» como si fuera la denominación de una condición de salud espantosa, como un sarpullido o una infección por estafilococos. —¿Noto algo de celos, Annie? Recuerda que fuiste «tú» quien rompió con él, no querías vivir en Belgica. —Lo sé.

Y no me arrepiento de la decisión

No me convenció. —Annie, conozco a Evan —dije—, y sé que si lo llamaras ahora mismo y le dijeras lo que realmente sientes, sería tuyo. Aún te ama. Se hizo un silencio del otro lado de la línea, como si estuviera reconsiderando mi idea. —¿Annie? —pregunté en el idioma de Bélgica—. ¿Estás ahí? —Sí —dijo—. Lo siento, he tenido que dejar el auricular. El chico de UPS acaba de tocar el timbre y he tenido que firmar para recibir el paquete. ¿Siempre recibes esta cantidad de correo? —Entonces ¿no has escuchado ni una palabra de lo que acabo de decirte? —Lo siento —dijo—. ¿Era importante, era sobre Bélgica? —No —suspiré, sólo quería saber el coste de la vida en belgica.

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